“El sol está brillando, el clima es dulce. Dan ganas de mover los pies bailando”. Bob Marley. El cantante jamaicano y rey del género reggae ya lo decía de esta manera, en época de verano dan ganas de mover los pies bailando.
Pero en la época estival es más frecuente que suframos dolores leves o pequeñas molestias en nuestro pies. ¿A qué es debido? ¿Por qué me sucede? ¿Qué puedo hacer para evitarlo?
Si durante el verano quieres disfrutar, los pies tiene que cuidar.
Ya metidos en plena época de verano, sacamos nuestro pies a relucir a las sandalias, zapatillas de piscina o de playa, y todos esos zapatos más fresquitos y más abiertos de lo que solemos llevarlos en invierno.
Durante el verano como decía la cita del principio del blog, dan más ganas de bailar, moverse, disfrutar de las típicas fiestas veraniegas, socializar con amigos y familias en los pueblos o en los lugares de costa donde solemos ir a descansar y recargar pilas. También hay gente que decide ir a cambiar la rutina del día a día a la montaña, para conocer nuevos lugares, hacer cumbre en paisajes maravillosos y descubrir amaneceres y atardeceres llenos de encanto.
Pero durante esta época si hay una molestia que sufre gran parte de la población sobre todo al principio del verano o de las vacaciones es un dolor en los pies. Generalmente aparece un dolor en la planta del pie, algo difuso que se irradia por toda la zona plantar y que puede ser más agudo en la parte final del calcáreo (lo que conocemos como talón del pie).
Estas pequeñas molestias son muy comunes y aparecen debido a la exigencia que le sometemos al pie durante estos meses.
El zapato que solemos llevar en invierno suele ser un zapato cerrado, que suele tener siempre algo de drop (se conoce así a la diferencia de altura entre la punta del zapato y la parte del talón) y si hablamos de botas o zapatos altos, el zapato en invierno nos suele reforzar la estabilidad externa del tobillo.
Pues bien, en la época de verano solemos dar un cambio radical a nuestra forma de vestir los pies. Empezamos a emplear zapatos más abiertos, sandalias con pocos agarres, zapatos mucho más planos sin drop o barefoot (aquellos zapatos que no tienen diferencia de altura entre la parte delantera del pie y la parte del talón).
Todo esto nos hace que el pie “sufra” este cambio y sobre todo que muestre su inconformidad a esa libertad que le otorgamos en el tiempo estival. Y este grito de dolor del pie tiene una justificación y una causa.
Voy a tratar de explicarlo de una manera sencilla. El pie durante el verano, lo llevamos encerrado y sin apenas posibilidad de movilidad dentro del zapato. Esto hace que las estructuras del pie, de las que ya hemos hablado en otras entradas del blog no estén en absoluto desarrolladas. Estas estructuras tanto articulares y musculares. Hablamos de los arcos longitudinales y transversales del pie.
Estos arcos longitudinales y transversales del pie se forman gracias a las estructuras anatómicas del pie, los diferentes huesos que conformar el pie, (astrágalo, calcáneo, las tres cuñas, cuboides, escafoides y por supuesto los metatarsos y con ellos las falanges y el con conjunto de los cinco dedos del pie) así como la múltiple musculatura del pie que no la vamos a nombrar ahora, porque ocuparía todo el blog y no podríamos hablar de nada más.
Durante el invierno o cuando llevamos el pie dentro de un zapato cerrado estas estructuras están de vacaciones por así decirlo. El trabajo de amortiguación y absorción de impacto lo realiza el zapato, y. Nuestro pie está de forma pasiva. El llevar el pie tan cerrado hace que no puede actuar de manera correcta a nivel biomecánico a la hora del aterrizaje y despegue del pie durante el ciclo de la marcha.
Cuando llega la época de sacar el “pinrel” a reducir también el pie tiene que empezar a trabajar para completar el ciclo de la marcha, absorber todo el impacto, y amortiguar nuestro peso corporal. Pero como durante todo el invierno hemos tenido el pie sin trabajar, ahora de la noche a la mañana no le podemos pedir a todas estas estructuras corporales que actúen de manera efectiva y eficiente. Es por ello que empiezan a aparecer estas molestias en nuestros pies y hacen que nuestras naciones estivales se vean perjudicadas.
La mejor manera de preparar al pie para que pueda asumir todo este trabajo, es entrenarlo durante todo el año. Podemos realizar un trabajo específico de nuestras estructuras y también podemos trabajarlo de manera indirecta caminando descalzos en invierno por casa.
El trabajo del pie en invierno, dará sus frutos en verano.
Como en el campo, los frutos que recojamos en verano, será porque durante el invierno hemos cuidado nuestros pies como mimo y cariño y también trabajarlos para que las estructuras estén bien preparadas no solo para lucir color de uñas o moreno durante nuestros paseos por la playa, sino para que cuando les exijamos un esfuerzo sepan reaccionar y responder a la perfección.