“Estamos vivos, porque estamos en movimiento; estamos en movimiento porque estamos vivos”. Adaptación de Jorge Drexler. Una de las adaptaciones mas impactante de la evolución humana fue la capacidad de erguirse, es decir, ponerse en pie y hacerse nómada. Esto quiere decir que los primitivos humanos estaban en continuo movimiento para sobrevivir.
El movimiento como medio de tratamiento.
Aunque en la entrada del blog vamos a hablar del movimiento o más bien del ejercicio, no vamos a centrarnos en los procesos evolutivos que hicieron a los primates pasar de la posición cuadrúpeda a la posición en bipedestación.
Pero si que tiene mucha relevancia el hecho de que nuestros antepasados estuvieran en continuo movimiento para sobrevivir. En la actualidad las tasas de ejercicio en la población no alcanzan las dosis mínimas recomendadas por la OMS para mantener el estado de salud.
Vamos ahora a dar algunos datos sobre la prevalencia a nivel mundial de dolor crónico. Afecta a unos 1,5 billones de personas en el mundo. Lo que supone un gasto sanitario altísimo, por lo tanto conviene realizar un nuevo abordaje en cuanto a la manera de tratar esta entidad clínica.
Una de las alternativas terapéuticas que conllevaría una disminución del gasto sanitario, que es accesible a cualquier persona y que además se puede replicar a cualquier paciente es el ejercicio.
Pero siempre se nos plantea el mismo problema al hablar de ejercicio como medio de tratamiento del dolor crónico. ¿Qué dosis es la necesaria? Y siempre se nos plantea la pregunta en cuanto a días a la semana, intensidad del ejercicio, número de series a realizar y las repeticiones por series que debemos realizar.
Pero antes de meternos en este apartado, debemos analizar de manera breve, el porqué funciona el ejercicio terapéutico como medio de tratamiento. Para ello hemos echado un vistazo a una serie de artículos científicos que nos desgranan de manera clara qué mecanismos neuro-fisiológicos intervienen en los procesos moduladores del dolor.
Con las dosis que más adelante explicaré, podemos asegurar a día de hoy que se producen una serie de cambios a nivel estructural y funcional en las diferentes áreas involucradas en los mecanismos de Inhibición Descendente del Dolor que producen los efectos analgésicos que estamos buscando.
El ejercicio actúa en áreas como la Sustancia Gris Periacueductual, la Médula Ropstral Ventromedial y el Asta dorsal de la Médula, lo que va a favorecer que la serotonina, dopamina, opiodes y cannabinoides, que son neurotransmisores se liberen y empiecen a producir los cambios que buscamos.
Como hemos visto en anteriores entradas del blog el ejercicio también va a inducir cambios en el Sistema Inmunológico, que nos va a favorecer el control de la sensibilidad, y la respuesta a la señal dolorosa.
Pero ahora si que vamos intentar centrarnos en lo que la ciencia nos dice en cuanto a la dosis necesaria para que todos estos efectos y sistemas se pongan en marcha y así nuestro dolor vaya disminuyendo.
Cabe destacar que los estudios no solo se han realizado con un tipo de patología. Sino que en los diferentes estudios se han analizado personas afectadas de dolor lumbar inespecífico, artritis reumatoide, dolor crónico de cuello, osteoartritis, dolor patelofemoral o fibromialgia.
La primera línea de investigación se centra en la frecuencia cardiaca del ejercicio, es decir, no se centra en qué tipo de ejercicio específico hacer. En este artículo vemos que ejercicios de una intensidad entre baja y moderada (a un 55%-60% de la frecuencia cardiaca) son suficientes para empezar a generar una modificación de los síntomas de personas afectadas de dolor crónico.
En cuanto a la dosis por semana de los ejercicios, cuando las otras variables se mantiene iguales se ha demostrado que cuantos más días por semana se realice el programa de tratamiento mejores resultados se van a obtener. Este estudio nos hablaba de programa de ejercicios de corta duración (unos 15-20 minutos por día).
Todavía en la actualidad se sigue investigando sobre el resto de variables como series, repeticiones, frecuencia de cada ejercicio semanal, el factor de intensidad… Pero sabemos que el ejercicio va a ser fundamental para regular esas respuestas inhibitorias del dolor.
No importa el ejercicio, lo importante es el movimiento.
Si algo también nos reflejan estos estudios, es que lo importante no es el tipo de ejercicio que hagamos. Esto nos ayuda mucho a empezar a trabajar en personas que por culpa del dolor en un brazo, tienen miedo a moverlo o están incapacitas. Sabemos que realizando movimientos con el otro brazo, o incluso con las piernas, si alcanzamos esa intensidad de frecuencia cardiaca que hemos visto antes, vamos a conseguir despertar al Sistema Modulador Descendente del dolor.
También es una magnífica noticia, porque en casos de dolor generalizado, síndromes de fatiga crónica, migrañas o fibromialgia, vamos a darle a los pacientes la oportunidad de elegir el ejercicio que más le guste.