La importancia de un abordaje bio-psico-social.

“Las heridas morales tienen esa peculiaridad: pueden estar escondidas, pero nunca se cierran; siempre son dolorosas, siempre están listas para sangrar cuando se las toca, permanecen frescas y abiertas en el corazón”. Alexandre Dumas. Últimamente está en boca de muchos profesionales sanitarios, especialmente desde el campo de la fisioterapia, el término bio-psico-social para referirnos a los aspectos en los cuales incide una enfermedad en una persona. 

Es necesario saber qué experiencias han acompañado a las personas a lo largo de su vida. 

Cada vez es más frecuente que las personas que acuden a una consulta de fisioterapia, nos relaten que sus problemas de cuello, pierna o la zona del cuerpo que sea, vengan desde hace mucho tiempo. 

Como ya hemos dicho en anteriores entradas del blog, cuando sucede una perpetuación de un determinado dolor, nos encontramos con una enfermedad denominada Dolor Crónico. También hemos hablado de los diferentes aspectos vitales que se ven afectados por esta enfermedad. Nuestro cuerpo sufre dolor, originado por una mala interpretación del centro generador del dolor que es el cerebro. Puede existir un daño tisular como una fractura en las costillas o puede no haber ningún daño, pues como ya sabemos dolor no se correlaciona con daño tisular, como un síndrome del miembro fantasma, un dolor neuropático en un lesionado medular o una persona que no ha conseguido que se le tratase de manera adecuado un esguince de tobillo. El llevar mucho tiempo con dolor también nos afecta nuestra calidad de vida, pudiendo hacer que nuestra salud mental se vea dañada, incluso afectar de manera grave a nuestra psique y desencadenar trastornos que deberán ser tratados desde el campo de la psicología. Y también puede afectar a nuestro estilo de vida, a nuestra capacidad de ser ser sociales; la eficacia en el trabajo, perder momentos de ocio con familia o amigos, aislamiento social por no querer “dar pena” y una larga lista de aspectos que harán que nuestro mundo se derrumbe como un castillo de naipes expuesto al viento. 

Pero también es cierto que la causa de que desarrollemos un dolor crónico es nuestro pasado. Las experiencias que hemos ido viviendo a lo largo de nuestra vida, el desarrollo vital, las interacciones con otras personas, en definitiva, la película de nuestra vida. 

Cada vez más, en las consultas de fisioterapia cuando nos enfrentamos a dolores complejos, que no tienen una explicación biomecánica o fisiológica que entre dentro de una lógica, nos paramos un momento para preguntarle a la persona que ha acudido a nosotros por cómo se encuentra a nivel psíquico y social. Cómo está siendo su vida en la actualidad, a nivel familiar, a nivel de ocio, a nivel laboral. Y además también intentamos que nos exponga si durante su vida ha tenido momentos complicados. Puede parecer una intromisión en la vida privada de las personas, pero todo tiene un porqué.

El dolor social se ha definido como “la experiencia angustiosa que surge de la percepción de una distancia psicológica real o potencial de otras personas cercanas o de un grupo social». Así pues, cuando decimos que una ruptura de pareja nos duele en lo más profundo, es real; como también es real que la pérdida de un amigo, de un hijo, de una oportunidad laboral incluso, nos hace añicos por dentro. Y en realidad aunque no hayamos sufrido una agresión física, nos duele; y lo más importante, a nivel cerebral se activan las mismas regiones que cuando tenemos un tejido dañado. La corteza cingulada anterior y la ínsula anterior, cuando tenemos una experiencia de dolor social se activan de igual manera que cuando tenemos un dolor físico. 

Por lo tanto nuestras experiencias previas de vida y en siguientes post os hablaré de ello, van a tener una influencia notable en cómo vamos a afrontar en nuestra vida posibles daños tanto físicos como sociales y cómo nuestro cerebro va a actuar ante ellos. El cerebro es un órgano que actúa por repetición de experiencias previas aprendidas, por lo que cualquier hecho presente que encienda unas determinadas áreas cerebrales si se relaciona con un hecho pasado que encendió las mismas áreas cerebrales, desencadenará una misma respuesta, que en este caso será un experiencia desagradable que conocemos como dolor.

Como suelo comentarles a estas personas que su dolor físico se comparte con un dolor social, el pasado es algo de lo que se debe aprender, no un lugar donde vivir de manera permanente. De esta manera intentaremos afrontar nuestra vida con una actitud diferente, no digo que sea fácil, pero para ello contamos con los profesionales sanitarios adecuados que son los psicólogos para ayudarnos.

Tanto el dolo físico como el dolor social comparten un componente afectivo.

Si por algo nos debiéramos caracterizar los fisioterapeutas debe ser por nuestro carácter empático. Estas personas que acuden a nuestra consulta con problemas tan complejos necesitan altas dosis de buenas expectativas, siempre reales no imaginadas y una comunicación positiva de qué tenemos la capacidad de superar este tipo de dolores. 

Como siempre os diré, cuando me despida de vosotros,
¡Salud y Vida! 

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