“El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro.” Concepción Arenal. La primera vez que en la carrera nos introdujeron estos conceptos de dolor y daño, tuve la sensación de que se derrumbaba dentro de mi cabeza toda una serie de conceptos que había adquirido a lo largo de los años.
Hoy vamos a intentar aclarar estos dos conceptos, que en muchas ocasiones suceden en nuestro organismo de forma simultánea, pero que no tiene el mismo significado.
Que tengamos dolor en una región corporal no significa que nuestro organismo haya sufrido un daño.
Son muchas las veces en las que en la consulta de Fisiolive a las personas que vienen a buscar solución a sus problemas, la primera parte del tratamiento les expongo esta diferencia. Dolor no es lo mismo que daño. Pues bien, ahora voy a intentar explicarlo en esta nueva entrada, para aclarar de una forma pedagógica estos dos conceptos.
Solemos pensar de manera intuitiva que para que algo duela, debe existir una región de nuestro cuerpo dañada. Pero nada más lejos de la realidad, puesto que para que algo esté dañado, debe producirse una muerte celular de manera masiva y en un corto espacio de tiempo. Además esta muerte celular no estaba programada. En muchas ocasiones sufrimos dolor sin tener ningún daño real, por ejemplo, en el síndrome del miembro fantasma es donde más claramente lo podemos observar.
Cuando algo está dañado el cuerpo se pone manos a la obra para repararlo. Generalmente lo que nuestro organismo hace es inflamar la zona donde se ha producido el daño; ¡VIVA LA INFLAMACIÓN!
Porque gracias a ella, vamos a dejar al cuerpo que trabaje para recuperar la zona, nosotros no vamos a intervenir de manera voluntaria. Es momento de no liarla. Aquí entra el juego el dolor, que como ya hemos hablado anteriormente es una percepción como lo puede ser el hambre o el sueño, es decir, simplificando mucho, el dolor se activa para que hagamos algo. De igual manera que si se activa nuestra percepción de hambre nos levantamos del sofá, abrimos la nevera y saciamos nuestra sensación tomando un yogur, nuestro organismo si detecta que hay algo que está dañado, activa la sensación dolorosa en una región corporal para que no interrumpamos al organismo en su proceso de recuperación.
Este proceso evacuativo de reparar un daño y generar dolor para que nosotros nos estemos quietos por un momento se produce en nuestro cerebro. Pero como todo hijo de vecino, el cerebro en ocasiones falla y nos intenta sobre proteger, para ello perpetúa la sensación dolorosa. Por lo tanto el dolor no aparece porque haya un daño en el tejido, aparece como un mecanismo de protección de una determinada zona corporal, que nuestro cerebro ha interpretado que puede estar en peligro o amenazada.
Por lo tanto, nuestra visión sobre el dolor debe cambiar a partir de ahora. Pasando de pensar que tenemos dolor porque hay una zona de nuestro organismo que se encuentra dañada, a pensar que el dolor se produce como una interpretación cerebral (se ha evaluado algo como peligroso) y se debe proteger la zona, porque o bien está en peligro o bien puede verse amenazada. También podemos tener algún dolor por una mala interpretación cerebral de la información, cuando hemos sufrido con anterioridad un daño en esa región corporal. No es extraño escuchar a las personas decirnos a los fisioterapeutas que hace un par de años o varios meses atrás ya tuvieron esa misma sensación dolorosa en la misma zona, pero de aquel dolor si que recuerdan el origen, un golpe, una quemadura, un corte con un cuchillo…
A raíz de aquel episodio el cerebro recuerda que en esa zona existió una muerte celular y sí se repite el contexto de aquel suceso podemos desarrollar la misma sensación sin sufrir aquel episodio. Para entenderlo mejor vamos a poner un ejemplo, un corredor popular se lesiona su pie al correr por un terreno con desnivel; sufre una torcedura al bajar por un sendero con una pendiente prolongada. Tras el paso de los meses y no haber llevado una correcta recuperación vuelve a ese sendero. Al bajar por la zona donde se torció el tobillo empieza a sentir una molestia desagradable en su pie. Esta vez no había torcedura, pero sí un recuerdo desagradable de la zona y nuestro cerebro genera esa sensación desagradable para protegernos. En este caso, nuestro cerebro más que ayudarnos, nos genera una sensación poco agradable que no nos facilita el seguir corriendo.
Entender la diferencia entre dolor y daño nos hará librarnos muchas veces de malas interpretaciones cerebrales.
Conocer esta diferencia entre dolor y daño es muy importante, puesto que en numerosas ocasiones nuestro cerebro nos juega malas pasadas y hace que sintamos cosas que no se relacionan con la realidad.
Una de las estrategias terapéuticas que actualmente más utilizamos es la pedagogía en dolor, para tratar de explicar cómo funciona nuestro cuerpo realmente y así librarnos de falsos mitos que han ido calando en la población a lo largo de los años.